Zambada, Ebrard y Milgram
El juicio contra el ingeniero Genaro García Luna en Brooklyn llevó consigo a un convidado que no estaba calculado por la mayoría de los espectadores: Marcelo Ebrard. El canciller mexicano no acababa de salir de una cuando andaba en otra.
Michel Pompeo, exsecretario de Estado de los Estados Unidos con Donald Trump, había lanzado al mercado sus memorias hace unos cuantos días y en ellas redactó el párrafo siguiente: “El plan de Ebrard era simple: México aceptaría en privado permitir que Estados Unidos devolviera a casi todos los migrantes que transitaban por México a Estados Unidos para solicitar asilo. Su principal petición fue la siguiente: él no firmaría nada y no habría ningún anuncio público sobre este plan”.
El discípulo de Manuel Camacho Solís argumentó en pleno malabar: “En la reunión referida por Pompeo el 15 de noviembre de 2018 en Houston, contrario a lo que se ha señalado por personas ajenas a la discusión, el propio exsecretario confirma que no se aceptó acuerdo alguno, sino que se escuchó la posición estadounidense de cerrar por completo los puertos de entrada y devolver a los solicitantes de asilo a la frontera sin nuestra cooperación. Esto, si no se aceptaba un acuerdo de tercer país seguro”.
Ebrard apenas estaba quitándose los guantes tras la segunda parte del lío migratorio con Martha Bárcena, cuando uno de los testigos de la Fiscalía que lleva la Causa contra Genaro García Luna, fue interrogado por el defensor de éste último.
César de Castro preguntó a Rey Zambada si recordaba haberle dicho a las autoridades estadounidenses en 2013 que había entregado 7 millones de dólares para la campaña presidencial de 2006 de Andrés Manuel López Obrador.
“No pude haber dicho eso porque no es verdad”, respondió Zambada.
Zambada soltó que entregó dinero a Gabriel Regino, quien fue asesor de López Obrador, un “dinero para una campaña”, dijo, sin especificar qué político sería patrocinado. Desde México, Regino rechazó en un parpadeo, haber recibido esos fondos.
(Los periódicos estadounidenses lo apuntaron en la forma siguiente: “Zambada also told jurors that he paid US $3 million in bribes to Gabriel Regino, who served as deputy public security minister in the Mexico City government when President López Obrador was mayor between 2000 and 2005. The payments were allegedly made because the Sinaloa Cartel believed that Regino would become federal security minister if López Obrador won the 2006 presidential election”).
Los palafreneros del régimen lopezobradorista se lanzaron con furia contra la pregunta formulada y el abogado de García Luna. El tabasqueño expelió sus ocurrencias de costumbre en la homilía del día siguiente, pero la tromba no enfiló hacia Palacio Nacional: adoptó ruta de colisión a Tlatelolco.
Haciéndolo sin querer, Zambada lanzó una granada de demolición a las manos de Ebrard, al decir ante el Jurado y el juez Bryan Cogan que le había soltado 3 millones de dólares a un colaborador de López Obrador, “para una campaña”.
No hay que pensar dos instantes seguidos para entender que si Zambada clarificó que no había dado dinero a López Obrador “para una campaña”, pero sí entregó dinero a “un asesor para financiar una campaña” y considerando el año en que ocurrió, el potencial candidato de tales afanes era Marcelo Ebrard.
Haciendo memoria, Ebrard era el secretario de Seguridad Pública en la Ciudad de México (Distrito Federal) y su desempeño era reconocido, pero llegó el linchamiento de dos elementos de Inteligencia de la Policía Federal Preventiva el 23 de noviembre de 2004 en San Juan Ixtayopan y se desató ese remolino, conocido como el caso Tláhuac.
El entonces presidente Vicente Fox tumbó a Ebrard de su cargo (en el entendido que Gabriel Regino era su subsecretario) y Andrés Manuel López Obrador, en su carácter de jefe de Gobierno lo nombró secretario de Desarrollo Social, desde donde Ebrard se fue cocinando velozmente para ser candidato a relevar al tabasqueño.
Existen docenas de periódicos estadounidenses que dieron cuenta de las declaraciones de Zambada en 2013 y ahora, en 2023. Como siempre, López Obrador se cree el centro del universo y se concentró en insultar al abogado de García Luna y ensalzar a Rey Zambada porque éste último corrigió al togado.
El problema va por otro lado: Anne Milgram, directora de la DEA, soltó en una comparecencia ante el Senado estadounidense que México debe aplicarse para derrotar a los cárteles de Sinaloa y de Jalisco Nueva Generación (CJNG), un territorio santificado por López Obrador, con sus abrazos sin balazos.
Milgram dijo con todas sus letras que México debería hacer algo como lo que hizo para derrotar a los Zetas entre 2012 y 2015. La directora de la DEA le pidió tangencialmente a López Obrador que enfrente a CJNG y a Jalisco hasta derrotarlos.
López Obrador respondió a los dichos de Milgram, con los lugares comunes de siempre. Por su parte, Ebrard puede ser cualquier cosa menos tonto. Es un hombre extremadamente inteligente y sabe los terrenos que pisa: del lado de Trump, Pompeo y sus recordatorios; del lado de Biden, Milgram y la DEA. Y en medio de los dos, una declaración olvidada que resucitaron De Castro y Zambada.
Es el dilema del prisionero: si Ebrard gana la candidatura presidencial, tendrá más compromisos de los imaginables a ambos lados de la frontera. Y si pierde, podrían irle confeccionando su traje a la medida en una sastrería en Brooklyn, adonde atendieron a García Luna, confirmando una certeza: no importa qué tan condecorado seas por Washington y menos importa si eres inocente o culpable: al día siguiente pueden enviarte al cadalso.