La matanza de estudiantes ocurrida el 2 de octubre de 1968 es una radiografía del estado de injusticia, del malestar social y del régimen autoritario y restrictivo que impulsaron el crecimiento acelerado del movimiento estudiantil y su inminente resonancia en todo el país y en otros movimientos.
Bengalas y disparos
Eran casi las seis de la tarde del 2 de octubre, el mitin estaba por finalizar, un helicóptero sobrevoló la plaza del cual se dispararon bengalas, era la señal del Batallón Olimpia, los francotiradores abrieron fuego, estudiantes, madres, hermanos, vecinos, obreros… todos corrieron por la Plaza de las Tres Culturas y las inmediaciones del Edificio Chihuahua.
Corrieron para tratar de salvar sus vidas, pasando incluso encima de quienes ya habían caído, de gente herida, muerta… El saldo oficial 20 muertos.
Sin embargo, a 56 años las terribles fotos que hace pocos años dieron la vuelta al mundo por su atrocidad revelan lo que el mundo sabía: se trató de una “masacre”.
La tarde del 2 de octubre de 1968, un día después de la salida del ejército de los campus de la UNAM y del IPN, miles de personas se reunieron en la Plaza de las Tres Culturas ubicada en Tlatelolco.
Como era costumbre, el ejército vigilaba ante el temor de grescas, sin embargo, el pretexto del operativo era el riesgo que fuera asaltada la Torre de la Secretaria de Relaciones Exteriores.
De civil portando un pañuelo o guante blanco en la mano izquierda, miembros del Batallón Olimpia, se infiltraban en la manifestación hasta llegar al edificio “Chihuahua” donde se encontraban los oradores del movimiento y varios periodistas.
El acuerdo, la “Primera conferencia de prensa” convocada por el Consejo de Huelga de la UNAM el 5 de octubre.
Cerca de las seis de la tarde, casi finalizado el mitin, un helicóptero sobrevoló la plaza del cual se dispararon bengalas, como señal para que los francotiradores del Batallón Olimpia apostados en el edificio “Chihuahua” abrieran fuego en contra de los manifestantes y militares que resguardaban el mitin, para hacerles creer a estos últimos, que los estudiantes eran los agresores.
Los militares en su intento de defenderse, repelieron “la agresión de los estudiantes”, pero ante la confusión, los disparos no fueron dirigidos contra sus agresores, sino hacia la multitud de manifestantes que se encontraban en la plaza de Tlatelolco.
Algunos manifestantes que lograron escapar del tiroteo se escondieron en los departamentos de los edificios aledaños, pero esto no detuvo al ejército, que, sin orden judicial, irrumpieron a cada uno de los departamentos de todos los edificios de lo que conforma la Unidad Tlatelolco, para capturar a los manifestantes.
Las imágenes de ese momento muestran a unos estudiantes apaleados, indefensos, desnudos algunos, rodeados por los soldados del Ejército Mexicano.
Peticiones estudiantiles
El movimiento estudiantil de 1968 fue un movimiento social en el que además de estudiantes de la UNAM y el IPN participaron profesores, intelectuales, amas de casa, obreros y profesionistas, la mayoría de la Ciudad de México, pero también del interior de la república.
Sus demandas eran seis, las cuales surgieron por una serie de eventos que iniciaron con una gresca entre alumnos de la vocacional 5 y la preparatoria particular Isaac Ochoterena:
- Libertad de todos los presos políticos.
- Derogación del artículo 145 del Código Penal Federal.
- Desaparición del cuerpo de granaderos.
- Destitución de los jefes policiacos Luis Cueto, Raúl Mendiolea y A. Frías.
- Indemnización a los familiares de todos los muertos y heridos desde el inicio del conflicto.
- Deslindamiento de responsabilidades de los funcionarios culpables de los hechos sangrientos.
El 22 de julio de 1968 policías granaderos reprimieron una riña entre alumnos de la Vocacional 5 del Instituto Politécnico Nacional y la preparatoria particular Isaac Ochoterena.
Los agentes irrumpieron en las vocacionales 2 y 5, hiriendo a profesores y alumnos. Tres días después, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se declaró en huelga indefinida.
Tras la represión que el cuerpo de granaderos propinó a jóvenes del IPN y de la Preparatoria 2 de la UNAM, así como a miembros del Partido Comunista el 26 de julio de 1968, estudiantes del IPN en solidaridad declararon un paro de actividades.
En un pliego petitorio demandaron la excarcelación de los estudiantes detenidos, así como indemnización a los lesionados.
El 29 de julio, el conflicto se extendió por toda la Ciudad de México, mientras las autoridades pretendían calmar el ánimo previo a los Juegos Olímpicos que iniciaron el 12 de octubre de ese año.
Hubo autobuses quemados, se paralizó el transporte público, además, de que autoridades de seguridad reportaron artefactos explosivos y combustible en escuelas.
Explosión interna
En este contexto de represión y descontento en toda la comunidad universitaria del país, el Ejército irrumpió la Escuela Nacional Preparatoria 1 (el actual Colegio de San Ildefonso): de un bazucazo, destruyó la puerta, para así iniciar la presencia militar en el conflicto, autorizada por el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz.
No obstante, el secretario de Defensa Nacional, Marcelino García Barragán afirmó que el atentado fue responsabilidad de los estudiantes: una explosión interna.
La relevancia del movimiento repuntó cuando, el 1 de agosto el rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, encabezó una manifestación de alrededor de 80 mil universitarios y politécnicos, en protesta por la represión y en demanda de la liberación de los estudiantes presos.
Sobre avenida de Los Insurgentes, la mayor autoridad universitaria proclamó la frase “únete, pueblo”.
Entonces se conformó el Consejo Nacional de Huelga (CNH) para establecer que las escuelas estarán en huelga, pero no en paro activo; habrá tres representantes por plantel, y para rechazar la presencia de organizaciones ajenas a la comunidad escolar.
A pesar de ello, el Ejército continuó con sus ocupaciones en las escuelas, plazas públicas del centro de la capital del país y las calles. Lo que deviene en un entorno de detenciones arbitrarias, asesinatos y lesiones para estudiantes y la sociedad civil.
Barros Sierra mantuvo sus reclamos y acusó que no recibió notificación de la ocupación militar de las ocupaciones militares, además denunció que fue víctima de injurias y difamación. Hasta que anunció su renuncia el 23 de septiembre de 1968.
El 1 de octubre de ese año, el Ejército desocupó todas las instalaciones de la UNAM y el IPN que mantuvo tomadas, como un movimiento estratégico previo a la masacre del día siguiente en la Plaza de las Tres Culturas.
Politólogos e historiadores coinciden en señalar que este movimiento y su terrible desenlace incitaron a una permanente y más activa actitud crítica y opositora de la sociedad civil, principalmente en las universidades públicas, así como a alimentar el desarrollo de guerrillas urbanas y rurales en los años setenta.
Crónica de los hechos
El 2 de octubre, cerca de 5 mil personas se congregaron en la unidad habitacional para escuchar el mitin del Consejo Nacional de Huelga (CNH), que exigía entre otras cosas, la desaparición del cuerpo de granaderos y que se liberara a los estudiantes que habían sido detenidos en manifestaciones previas.
Algunos infiltrados al CNH, conformado por estudiantes del IPN y de la UNAM, lograron que el mitin se llevara a cabo en Tlatelolco, en donde se podían disponer de varios francotiradores desde los balcones y azoteas de los edificios.
En el plan del secretario García Barragán, los militares iban por los dirigentes estudiantiles, que se ubicaron en el balcón del tercer piso del edificio Chihuahua.
Batallones de Infantería, Paracaidistas, de Reconocimiento Blindado, tomaron posiciones en tres puntos de la Plaza de las Tres Culturas y dejaron que la gente desaloje el área por la parte trasera del edificio Chihuahua, mientras que las cabezas del CNH fueron detenidos. Infiltrados de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) los identificaron.
Un grupo paramilitar, perteneciente al Batallón Olimpia, que se compuso con más de mil 500 elementos estuvo presente, como ocurrió en la toma de Ciudad Universitaria y la del Casco de Santo Tomás.
En la Plaza dispararon sin pausa. El fuego más intenso lo hicieron desde los edificios Chihuahua, 2 de abril, Issste, Molino del Rey y Revolución de 1910. Ocuparon departamentos y azoteas de unos 12 edificios, con expertos tiradores dotados con armas de alto poder.
Varias imágenes de ese día se conocieron por la prensa internacional y nacional, en la que se observa a muchachos ensangrentados, golpeados y detenidos. De madres buscando a sus hijos, de soldados en los edificios.
*BC